LA VERDADERA CAUSA DE LA ENFERMEDAD


Si leís la Biblia vereís que Jesucristo dio a entender que el pecado es la causa de la enfermedad

Romanos 8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.




Hay dos clases de enfermedades, la una proviene de vidas anteriores. Estas se pueden conocer si estudiamos el horóscopo natal de la persona, donde se indica las tendencias y clases de dolencias que sufriría el nativo. La otra clase es provocada por agentes externos de las fuerzas de la naturaleza o por los malos hábitos de vida de los seres humanos; ésta última podemos eliminarla sirviéndonos de la medicina moderna o con un buen régimen alimenticio, mientras que la primera solo puede ser erradicada algún día si seguimos el camino de la regeneración suprimiendo la causa espiritual creada en vidas anteriores por nosotros mismos.


Por absurdo e inverosímil que parezca, podemos asegurar que somos nosotros mismos los causantes de nuestros males y dolencias. Aunque el medio ambiente y los cambios de clima, los accidentes, etc., parezcan ser las causas determinantes de la enfermedad, la verdadera causa tenemos que buscarla dentro de nosotros mismos.

Todas las dolencias físicas, mentales y emocionales que nos aquejan se manifiestan primero en nuestro cuerpo mental y emocional antes de manifestarse en nuestro cuerpo físico y provienen de nuestra forma equivocada de vivir, pensar y sentir y son el resultado directo de nuestros errores del pasado. Esto por no haber atendido al llamado interior de nuestra conciencia que constantemente trata de sobreponerse a nuestra naturaleza inferior.

Los Grandes Seres que desde los mundos celestes guían el destino de la humanidad, permiten que suframos las consecuencias inevitables de nuestros errores, en un esfuerzo de obligar a nuestra naturaleza inferior a soltar los tentáculos con que se aferra a nuestros vehículos superiores. Lo aceptemos o no, todos tarde o temprano nos veremos forzados a admitir que todos nuestros sufrimientos se deben a nuestros propios actos, tanto a los de esta vida como a los de nuestras vidas anteriores.

Malos sentimientos, mala voluntad para con los con los demás, gratificación inmoderada de los sentidos y otras formas de egoísmo, tienden a interferir con las glándulas, nervios y órganos de nuestro cuerpo. Aunque es cierto que podemos con frecuencia aliviar en parte o completamente nuestras dolencias por medio de dietas adecuadas, medicamentos y tratamientos varios, lo cierto es que solo podemos aspirar a una curación completa cuando desterramos todas las bajas inclinaciones de nuestra naturaleza inferior y vivimos la vida superior de pureza, amor y servicio desinteresado a la humanidad.


ES POR TAN IMPORTANTE RAZÓN QUE LA CURACIÓN VERDADERA NOS PERMITE APRENDER LA LECCION ESPIRITUAL CONTENIDA EN LA ENFERMEDAD MISMA.

Comprendemos entonces que debemos atribuir la causa de la enfermedad a nuestra propia ignorancia y locura por haber infringido las Leyes Divinas y no a una causa desconocida que en nuestra ignorancia atribuimos a una suerte caprichosa y despiadada.

Descubierta y aceptada la causa interior de nuestros males y dolencias tales como irritabilidad, gratificación desordenada de nuestros sentimientos, odio, resentimiento, miedo, lascivia o cualquier otra de orden negativo y destructivo que nos mantienen atados a nuestra naturaleza inferior, podemos entonces emprender la gloriosa tarea de nuestra liberación con sistemática persistencia y fe en Dios. Esto lo podemos realizar resistiendo y combatiendo todo aquel sentimiento de orden inferior.

Pero existe un método natural de mucha mayor eficacia. En efecto, un momento de reflexión nos demostrará que el polo opuesto de todo vicio es una virtud en la que ese vicio debe ser trasmutado. Inmediatamente comprenderemos entonces lo imposible que es ser al mismo tiempo abstinente y glotón, paciente e impaciente, amoroso y desamoroso, puro e impuro, etc., por consiguiente, si cultivamos cierta cualidad, el vicio quedará desterrado.
Viviendo una vida consagrada a los altos ideales, cultivando lo bueno y lo verdadero dentro de nosotros y tratando siempre de ponernos a tono con las altas vibraciones del amor, automáticamente nos sobrepondremos y venceremos las bajas tendencias a que nos impele nuestra naturaleza inferior con tanta o más seguridad que el calor se opone al frío y la luz a las tinieblas. Es mucho más fácil desterrar un mal hábito (vicio) construyendo el hábito opuesto (virtud), que atacándolo directamente y extrayéndolo de raíz. Esto es sin duda, lo que San Pablo quiso dar a entender cuando dijo “no te dejes dominar por el mal, antes bien, domina el mal con el bien” .

Usted no puede esperar que ninguna Entidad Divina por amorosa que sea, quiera hacerle perder sus malos hábitos y errores por la fuerza, pues eso sería atentar contra su libre albedrío que es un don que Dios nos ha dado.

Es a usted a quien le corresponde combatir con voluntad y decisión sus errores y malos hábitos.


NOTA: En una nueva publicación daremos a conocer la enseñanza pertinente.

2 comentarios:

Luz Rodríguez dijo...

La manera que a mi me ha servido para llevar una vida saludable es realizar diariamente el ejercicio de retroflexion...es increible lo que se logra con, en mi caso no sólo hace que me haga consciente de lo que les hago a otros sino que me invita y me empuja como un motor a cambiar de hábitos... y desde hace algún tiempo me siento mas saludable cada día, tanto que las personas me preguntan como hago para verme más joven y sana cada día y siempre les respondo "eso es porque siento a el Cristo dentro de mí intensamente y me invita constantemente a hacer el bien"...si bien es cierto que el camino es fácil pero vale la pena el sacrificio.

Con amor...Luz.

Luz Rodríguez dijo...

Perdón quise decir en mi entrada anterior que el camino es fácil pero bien vale la pena el sacrificio... muy buen artículo por cierto!! felicitaciones.

Con amor...Luz.