EL MISTERIO DE LA PASCUA

De acuerdo con la doctrina ortodoxa cristiana se relata únicamente la historia de Jesús, un carácter único, el hijo de Dios en un sentido especial, una vez nació en Belén, vivió sobre la tierra el corto espacio de treinta y tres años, murió por la humanidad después de muchos sufrimientos y está ahora permanentemente exaltado a la diestra del Padre. Desde allí se espera que vuelva a juzgar a los vivos y a los muertos. Su nacimiento y su muerte se celebran en cierto tiempo del año, porque estos acontecimientos se supone tuvieron lugar en fechas definidas.

Al lado de estas explicaciones que satisfacen a las multitudes que no son muy profundas en sus investigaciones relativas a la verdad, hay otra fase que está muy patente para el místico. Esta es la historia del amor divino y del perpetuo sacrificio que le llena de devoción hacia el Cristo Cósmico, quien nace periódicamente con el objeto de que nosotros podamos vivir y tener una oportunidad de evolucionar en este ambiente porque, él entiende desde ese punto de vista que, sin tal sacrificio anual recurrente, esta tierra y sus presentes condiciones de progreso serían una imposibilidad.

Cuando el sol entra en el signo celestial de Virgo (La Virgen), al tiempo de la Inmaculada Concepción en septiembre, este gran impulso de vida comienza su descenso. Una ola de luz y de vida solar Crística es enfocada sobre la tierra. Gradualmente esta luz penetra más profundamente en la tierra hasta que el Sol llega al trópico o punto turnante en la noche más larga y más oscura del año, la cual llamamos Navidad, en el solsticio de invierno, entonces reinan sobre la tierra la alegría, la buena voluntad y la paz, aunque el hombre no comprenda las razones místicas anualmente recurrentes que existen para ello cuando tiene lugar el nacimiento místico, el Cristo Cósmico se concentra completamente sobre y dentro de este planeta, causando mucho dolor y sufrimiento a tan gran Espíritu, oprimido dentro de esta pequeña tierra siendo consciente de todo el odio y la discordia que exhalamos de día en día a través de todo el año. Es un hecho sin controversia que toda expresión de vida viene a través del amor y que similarmente la muerte viene a través del odio. Si el odio, la discordia y el egoísmo que generamos en nuestras vidas diarias fuesen dejados sin antídoto, esta tierra sería devorada por la muerte.

El nacimiento místico de un cósmico Impulso Vital que fecunda y fertiliza la tierra, es la base de toda vida terrestre. Sin él ninguna semilla germinaría, ninguna flor aparecería sobre la faz de la tierra, ni podrían existir el hombre ni la bestia y la vida pronto se extinguiría. Por lo tanto hay una razón muy válida para el gozo que se siente en tiempo de Navidad. Así como el divino autor de nuestro ser, nuestro Padre Celestial, ha dado el más grande de todos los dones al hombre, el Hijo, así también los hombres son impelidos a darse dones unos a otros.


¿Pero de dónde viene la nota de aflicción y sufrimiento que precede a la Pascua de Resurrección?



¿Por qué no podemos regocijarnos con un gozo sin mezcla de aflicción al tiempo en que el Sol es liberado y retorna a su Padre?

¿Por qué esta Pasión, esta Corona de Espinas?
¿Por qué no puede esto dejar de ser considerado?
Para comprender este misterio es necesario enfocar el asunto desde el punto de vista del Cristo y, es necesario comprender total y completamente que, esta oleada anual de vida que es proyectada en nuestro planeta, no es simplemente una fuerza vacía de conciencia. Lleva consigo la conciencia toda del Cristo Cósmico. Es un hecho absolutamente cierto que sin El nada de lo que existe fue hecho, como nos lo dice San Juan en el capítulo inicial de su Evangelio. Luego de la Inmaculada Concepción en septiembre, este gran impulso de vida comienza su descenso sobre la tierra y, por el tiempo del solsticio de invierno, cuando tiene lugar el nacimiento místico.
¿Por qué la recurrencia anual del sufrimiento, pregunta usted?

Así como nosotros in halamos continuamente en nuestros cuerpos el vitalizador oxígeno para que pase a través de su ciclo y vitalice y energetice el cuerpo entero; así como ese oxígeno muere para el mundo externo por el momento, mientras vive en el cuerpo, así como se carga en él con las toxinas y productos de desecho y es finalmente exhalado en forma de bióxido de carbono, así también es necesario para el Salvador entrar anualmente en el gran cuerpo que llamamos la Tierra y tomar sobre sí todos los venenos que nosotros mismos generamos, para limpiarlo y purificarlo y darle una nueva garantía de vida antes de que finalmente El resucite y ascienda a su Padre.

El cuerpo vital del hombre en todo lo que vive, irradia rayos de luz a manera de cintas o banderas que flotan en el viento; estos rayos de luz provienen de la fuerza que se emplea en construir el cuerpo denso. Durante la salud estos rayos expulsan las toxinas del cuerpo y lo mantienen limpio. Similares condiciones prevalecen en el cuerpo vital de la tierra, la cual es el vehículo de Cristo. Las fuerzas destructoras y venenosas generadas por nuestras pasiones son eliminadas por medio de las fuerzas vitales del Cristo, pero cada pensamiento o acto malo le ocasiona su propia proporción de dolor y por consiguiente se convierte en una parte de la Corona de Espinas, es corona porque la cabeza siempre se ha creído que es el asiento de la conciencia.

Deberíamos comprender que todo acto malo nuestro reacciona sobre el Cristo de la manera apuntada y agrega otra espina de sufrimiento.

Esa semana no es más que la culminación o la cumbre de su sufrimiento y la salida de su prisión; de modo que, cuando el sol cruza el Ecuador, el Cristo cuelga de la cruz y grita: "Consummatum est!" "¡Todo se ha consumado!"; es decir, su trabajo para aquel año ha sido cumplido.

No es un grito de agonía, sino de triunfo, una exclamación de gozo ante la hora de la liberación que ha llegado para permitirle elevarse nuevamente en otro período, libre del vestido aherrojado de nuestro planeta.


Cuando se ha dado totalmente muere y es de nuevo levantado para ascender a la diestra de nuestro Padre. Así es que la Navidad y la Pascua son puntos turnantes que marcan el flujo y el reflujo de la Vida Divina anualmente prodigada, sin la cual sería imposible para nosotros vivir sobre la tierra. Si somos completamente sensitivos podemos sentir la Navidad y la Pascua en el aire, porque una y otra están cargadas de amor, vida y gozo divinos.
Si consideramos lo anterior, podemos comprender que el Espíritu de Cristo en la tierra está, como dice San Pablo verdaderamente gimiendo como si estuviese de parto, “Romanos 8:22 Porque sabemos que todas las criaturas gimen á una, y á una están de parto hasta ahora”, aguardando el día de la liberación. Así es como el Cristo atrae todos los dardos de odio y de ira. Estos dardos simbolizan la corona de espinas.


¿Tiene alguna utilidad real el recordar cada año el sufrimiento de Cristo?

Este grandioso acontecimiento cósmico debe regocijarnos porque el término del sacrificio anual de nuestro Salvador ha llegado y sintamos alegría desde lo más intimo de nuestro ser, de que Él esté cercano a su liberación; que la vida con que ha dotado ahora nuestro planeta es suficiente para llevarnos hasta la próxima Navidad.

  • Textos tomados de las obras de Max Heindel: Concepto Rosacruz del Cosmos, Cristianismo Rosacruz, Cartas a los estudiantes, Misterio de la Pascua